Un día una amiga me comentó que, mi fea costumbre de dejar bolsos, cajones y puertas abiertas, no era más que un reflejo del desorden que reinaba en mi mente.
Ahora que llega el cambio de estación y que todos nos afanamos en ordenar armarios y clasificar lo inclasificable, puedo mirar a mi alrededor y no sentir vergüenza, ya que imagino cada casa como la mía.
El problema es que mi cambio de estación abarca ya algunos meses,¡por no decir años! Lo podrían corroborar esas cartas del banco sobre el escritorio, las cuales no pienso abrir, ni por supuesto mirar su fecha.
Como siempre ocurre con los buenos amigos, sus críticas no son ni mucho menos ataques, sino ofertas de mejora, acompañadas siempre de un buen consejo y una posible solución.
Otra nueva amiga me dio hoy una frase estupenda: únicamente no aprenden los que tienen vergüenza y los orgullosos.
Así que he decidido dejar de lado el orgullo,seguir el consejo de la amistad y empezar cerrando uno o dos cajones.
El primero de los cajones: escribir menos, leer más; hablar menos, escuchar más.