Los planes, son buenos. Siempre es bueno tener objetivos. Habrá que caminar hacia un sitio, si no, nos quedamos parados.
La vida se va encargando, con su irónico sentido del humor, de ir cambiándolos a su antojo, ir poniendo obstáculos, pero lo importante es no dejar el camino.
Ese afán por no darse por vencido, ese mal entendido orgullo de conseguir lo propuesto, hace a menudo olvidar aquello que en nuestra esencia quizá se prometió un día. Repitiendo aquello que se decidió no volver a repetir; olvidando aquello de lo que, como lastre, nos dejamos en el camino para avanzar un poco más.
Quizá sea el momento de volver a la esencia, de analizar si el paisaje es agradable, de recoger ese amado lastre y sentarse a la sombra de un árbol, ese lastre que se fue acumulando y que es, ni más ni menos, parte de lo que soy, ya que se creó a través de mi vida, mi experiencia e impregnó mi esencia.
Buenas noches, al cobijo de mi árbol junto al mar, con olor a azahar, con rumor de caracola.
Mañana seguro que saldrá el sol.
Si no sale, mañana lo pensaré.