viernes, 22 de junio de 2018

SILLAS VACÍAS

Fuera las bromas y los típicos chistes acerca de lo a gusto que nos quedamos los maestros en estas fechas, que si bien tienen algo de razón porque el cansancio se nota, tiene poco en común con mis sentimientos siempre que se acaba un curso.
Como cada año, en estas fechas empiezo mi evaluación, pero no la evaluación que te obliga ninguna norma burocrática,  sino la evaluación que te hace echar la vista atrás.
Los debería haber hecho, los quizá si lo hubiera intentado de otra forma, los otro año que no llevo el papeleo al día, los tal vez otro año...
Esto, unido a un cambio de centro, a la sensación de dejar algo a medias y a no volver posiblemente a verlos más, deja una opresión difícil en el pecho.
En estos momentos también es necesario buscar viejas fotos ( que en lenguaje escolar significan de septiembre u octubre) y ver cómo eran, lo que sabían y lo que ahora saben y lo que tú has tenido que ver en ello, recordar los momentos de risas, de consuelos en el patio, de murales, pinturas, juegos, abrazos, sonrisas, ...
Mirar también a tu alrededor y comprobar que tu universo se engrandeció, gracias a compañeras que a partir de ahora tienen un hueco en tu vida.
Por todo ello, me siento feliz de avanzar en el camino, de sentir que el verano será el paso previo para prepararme para querer a nuevos alumnos, porque por experiencia sé que acabaré queriendo a los que vendrán, igual que quise a todos los que ya tuve. Prepararme también para ir averiguando quienes entre mis compis, pasarán a ser parte de mis amigos. 
Feliz verano y feliz camino.