jueves, 8 de noviembre de 2018

LA EXCELENCIA DE LA IMPERFECCIÓN

El otro día, una amiga me comentó que estaba de desconexión en Florencia. Ante mí entonces apareció una imagen de cuando visité la academia y que, gracias a google, he podido recuperar.
Antes de entrar, pensaba que iba a ver al magnífico David del que tanto había escuchado hablar. Sin embargo, lo que más me impresionó fue el pasillo que hasta él llevaba. Allí, esperando mi entrada y vigilando mi camino, se encontraban una serie de esculturas que salían de trozos de piedra. Inacabadas las llamaban.
Sin embargo, después de presentar mis respetos al impresionante y perfecto David, no pude más que escabullirme a sentir la fuerza de estas esculturas, mientras mis amigos seguían embelesados con el gigante.
Es una sensación que aún me acompaña hoy, en mi profesión. No hay mayor fuerza, que la que se siente frente a personas que la sociedad considera imperfectas y arrincona en un pasillo o como mucho, exhibe en su pequeño pedestal. 
Al igual que Miguel Ángel, pienso que quizá no sean perfectas porque, atados a su trozo de mármol, ya transmiten toda la fuerza con la que la naturaleza los premió. Cada mañana doy gracias por ser irradiada por ella.
¡Chavales, no somos perfectos, ni falta que nos hace!