sábado, 4 de abril de 2015

EL TÚNEL

Todo tiene su razón de ser. Incluso sus razones. 
Dependiendo de la forma de mirarla o de la persona que lo hace, una cosa tiene mil y una razones para ser.
Quizá el ingeniero que lo diseñó pensó que serviría para que el tren atravesara la montaña, pero no se detuvo a pensar en las personas que se sentaban en aquel tren o en aquellas que, cuando ya el tren no pasaba por aquella ruta, abandonada entre pueblos del olvido, lo cruzarían a pie.
Personas que, antes de entrar en él, miraban sin ver, pensaban en su mundo sin detenerse a apreciar el paisaje o dormían sin más.
Al entrar, la sensación es común a todos, obscuridad que despierta a los dormidos, consciencia de claustro, impaciencia por ver, necesidad de paisaje...
Al salir, lo de antes ya no tiene importancia. Nuestros ojos miran y aprecian, nuestros sentidos despiertan...
Lo de antes sigue existiendo, pero transformado por la energía de la obscuridad vivida, ahora la luz toma su importancia y nos hace agradecer cada bocanada de aire que llena nuestros pulmones.

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